NIETZSCHE ENTRE MARTES Y MIÉRCOLES

Jorge Juanes

Resumen


Idólatra, nervioso, irritable, danzarín, visionario, acostumbrado a la alta montaña, el cuerpo de Nietzsche dice sí a "todo lo que fortalece". Lo que fortalece significa en este caso Io que lejos de cerrar las perspectivas las abre. Es siempre evaluando perspectivas como Nietzsche elige sus preferencias. Las perspectivas enuncian maneras del ser o posiciones ante el ser: lo activo y lo reactivo, lo fuerte y lo débil, lo cerrado y lo abierto, lo selectivo y lo vulgar, lo amoral y lo moral. . . Si se acepta la existencia de diversas perspectivas es porque de antemano se rechaza la creencia en una supuesta perspectiva en la que todos cabemos. Frente a la perspectiva monolítica, Nietzsche opta por la perspectiva diferenciada. Llama la atención, obsesivamente si cabe, sobre la realidad entendida como lucha entre fuerzas encontradas e inconciliables. De ahí ese énfasis en separar las fuerzas activas de las reactivas. Insisto: Nietzsche no separa para volver a fijar. Puesto que fijar una perspectiva es cancelar lo que es tal y como es: indomable. Fijación inadmisible en la medida en que los auténticos actos no pueden ser preformados de una vez y para siempre. Esta intransigencia no es gratuita, puesto que la mayoría de los hombres viven a partir de ajustarse a una sola perspectiva, dentro de lo estable. Y puesto que la fuerza está, para Nietzsche, del lado de la diferencia, la Verdad o "el mundo verdadero" aparece ante sus ojos como un error. "La Verdad es un error." Lo podemos enunciar así: si la voluntad del mundo es inagotable, fijarle un sentido es quedarse con una de sus apariencias posibles, justamente aquella que momentáneamente ha logrado imponerse, así la Verdad no es sino una apariencia que no se reconoce como tal, una limitación de lo que no tiene límite, por tanto un inmenso error.

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